Max Estrella: Odian mi rebeldía y odian mi talento.
En
la obra de Valle-Inclán se presentan tanto la vida bohemia como aprendizaje de la vida artística,
como las actitudes literarias y políticas que caracterizan a los bohemios de
principios del siglo XX.
La
bohemia es el aprendizaje de la vida artística y ello está reflejado
perfectamente en la obra (estancias en París, forma propia de hablar, miseria,
marginalidad,…). En Luces de bohemia
hay bastantes alusiones a París, al
Barrio Latino (origen de la bohemia) y a los modelos literarios de la bohemia:
Verlaine, Víctor Hugo, Ibsen. Las dos alucinaciones que sufre Max Estrella se
retrotraen al pasado parisino, huyendo del presente. Igualmente, en las
conversaciones que Max mantiene con el Ministro de la Gobernación (escena VIII)
y Rubén Darío (escena IX) se evocan nostálgicamente los recuerdos de la bohemia
vivida.
Rubén
Darío escribió de Sawa que como buen bohemio “estaba impregnado de literatura, hablaba en libro; era gallardamente
teatral”. Por eso, a lo largo de la obra aparecen integradas en el habla
habitual de los personajes o en las acotaciones citas y referencias literarias
de Calderón, San Juan de la Cruz, Góngora, César o Rubén Darío. Hay varias alusiones a autores
clásicos o contemporáneos (Homero o Shakespeare, Ibsen o Unamuno) así como a
personajes literarios de ficción (Segismundo, Hamlet y Ofelia). En la obra se
incorporan como personajes autores contemporáneos (Rubén Darío, Dorio de Gádex)
o autores bajo personalidad supuesta (Max Estrella es Alejandro Sawa, Basilio
Soulinake es Ernesto Bark). El marqués de Bradomín, trasunto literario del
propio Valle y protagonista de las Sonatas
por ejemplo, aparece también en la obra.
La
miseria será la consecuencia de su
voluntaria decisión de vivir el arte al margen del mundo burgués. “Las letras
no dan para comer” dice Max Estrella. La miseria en la que vive el protagonista
es determinante en la obra: propone el suicidio colectivo de la familia, empeña
sus libros y su capa, acepta el “sueldo” que le asigna el ministro (“Soy un
canalla. No me estaba permitido irme del mundo sin haber tocado alguna vez el
Fondo de los Reptiles”). El décimo que le hubiera sacado de la pobreza sale
premiado pero lo cobra Don Latino, acentuando más la ironía trágica del
destino. Rubén Darío dijo de Sawa que “prefirió muchas veces la miseria a
macular su pureza estética”.
En
su vagabundeo por la noche madrileña Max Estrella se topa con personajes que
rondan la delincuencia o la marginalidad
(la Pisa-Bien, el rey de Portugal, el borracho) y con las prostitutas (escena
X). Todos estos personajes eran del gusto de los bohemios porque se apartaban
del mundo burgués.
Las
actitudes
literarias de la bohemia también están reflejadas en la obra. El
bohemio busca la consagración, pero lo hace rechazando el ser asimilado por el
mundo literario oficial. Max no admite ser rechazado por aquellos a quienes
desprecia: “Odian mi rebeldía y odian mi talento”. En la obra hay por esto duras
palabras contra la Academia y el Ateneo (la “Docta Casa”).
La
reacción contra el Realismo
literario es patente entre los bohemios. Es muy despectiva, por ejemplo, la
referencia a Galdós (“Don Benito el Garbancero”, nombre con el que era conocido
entre los jóvenes modernistas por su estilo, según ellos, prosaico y vulgar).
El
entronque entre bohemia y Modernismo
es total en la España de ese tiempo. Rubén
Darío, el gran maestro del Modernismo, participa en la obra y sus versos son
citados por otros personajes. Max Estrella y Rubén Darío se profesan gran
admiración. Los Epígonos del Parnaso Modernista que acompañan al protagonista
de la obra eran escritores conocidos en el mundo literario de la época. Visten la
indumentaria tópica (“pipas, chalinas y melenas”) y son acusados por don
Filiberto de iconoclastas y cínicos.
En
la obra concurren las dos tendencias de la bohemia en la forma de concebir el
arte: “el arte al servicio de de los intereses del proletariado” (Max Estrella)
y “el arte por el arte” (Dorio de
Gádex).
Las
actitudes
políticas de la bohemia se plasman también en Luces de bohemia. La desafiante protesta, romántica e
individualista, del artista bohemio se dirige contra el capitalismo y contra la mediocridad, la vulgaridad y la
burocratización de la sociedad burguesa. Este rechazo se manifiesta en la
profunda aversión y desprecio hacia la
política oficial.
Es
muy sintomático el comportamiento de Max Estrella contra cualquier forma del
poder establecido: el capitán Pitito, el Sereno, los guardias, Serafín el
Bonito, Dieguito o el propio Ministro.
La
crítica de los políticos contemporáneos y la denuncia de la corrupción política
son continuas en la obra. Maura, García Prieto, Romanones, Castelar o Alfonso
XIII son criticados sin paliativos. También se denuncia la corrupción política
en sus diferentes manifestaciones: el caciquismo (Manuel Camo), el nepotismo
(García Prieto), el reparto de la riqueza (Romanones) o la connivencia de
Acción Ciudadana con la policía y el poder.
El
anarquismo será visto como la opción
política radical y revolucionaria más adecuada. Las palabras de Max Estrella y
del preso catalán entroncan con el pensamiento radical anarquista y comunista
(desaparición de las clases sociales, necesidad de una revolución,…), únicas
alternativas a la corrupción política oficial.
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