CURSO

viernes, 8 de febrero de 2019

LA EVOCACIÓN DE LA VIDA BOHEMIA EN "LUCES DE BOHEMIA"


Max Estrella: Odian mi rebeldía y odian mi talento.
En palabras de Manuel Aznar Soler, “Luces de bohemia es un réquiem elegíaco de la bohemia literaria finisecular”. La obra es un nostálgico y emotivo recuerdo de la autenticidad de la bohemia perdida.
En la obra de Valle-Inclán se presentan tanto la vida bohemia como aprendizaje de la vida artística, como las actitudes literarias y políticas que caracterizan a los bohemios de principios del siglo XX.

La bohemia es el aprendizaje de la vida artística y ello está reflejado perfectamente en la obra (estancias en París, forma propia de hablar, miseria, marginalidad,…). En Luces de bohemia hay bastantes alusiones a París, al Barrio Latino (origen de la bohemia) y a los modelos literarios de la bohemia: Verlaine, Víctor Hugo, Ibsen. Las dos alucinaciones que sufre Max Estrella se retrotraen al pasado parisino, huyendo del presente. Igualmente, en las conversaciones que Max mantiene con el Ministro de la Gobernación (escena VIII) y Rubén Darío (escena IX) se evocan nostálgicamente los recuerdos de la bohemia vivida.
Rubén Darío escribió de Sawa que como buen bohemio “estaba impregnado de literatura, hablaba en libro; era gallardamente teatral”. Por eso, a lo largo de la obra aparecen integradas en el habla habitual de los personajes o en las acotaciones citas y referencias literarias de Calderón, San Juan de la Cruz, Góngora, César o  Rubén Darío. Hay varias alusiones a autores clásicos o contemporáneos (Homero o Shakespeare, Ibsen o Unamuno) así como a personajes literarios de ficción (Segismundo, Hamlet y Ofelia). En la obra se incorporan como personajes autores contemporáneos (Rubén Darío, Dorio de Gádex) o autores bajo personalidad supuesta (Max Estrella es Alejandro Sawa, Basilio Soulinake es Ernesto Bark). El marqués de Bradomín, trasunto literario del propio Valle y protagonista de las Sonatas por ejemplo, aparece también en la obra.
La miseria será la consecuencia de su voluntaria decisión de vivir el arte al margen del mundo burgués. “Las letras no dan para comer” dice Max Estrella. La miseria en la que vive el protagonista es determinante en la obra: propone el suicidio colectivo de la familia, empeña sus libros y su capa, acepta el “sueldo” que le asigna el ministro (“Soy un canalla. No me estaba permitido irme del mundo sin haber tocado alguna vez el Fondo de los Reptiles”). El décimo que le hubiera sacado de la pobreza sale premiado pero lo cobra Don Latino, acentuando más la ironía trágica del destino. Rubén Darío dijo de Sawa que “prefirió muchas veces la miseria a macular su pureza estética”.
En su vagabundeo por la noche madrileña Max Estrella se topa con personajes que rondan la delincuencia o la marginalidad (la Pisa-Bien, el rey de Portugal, el borracho) y con las prostitutas (escena X). Todos estos personajes eran del gusto de los bohemios porque se apartaban del mundo burgués.
Las actitudes literarias de la bohemia también están reflejadas en la obra. El bohemio busca la consagración, pero lo hace rechazando el ser asimilado por el mundo literario oficial. Max no admite ser rechazado por aquellos a quienes desprecia: “Odian mi rebeldía y odian mi talento”. En la obra hay por esto duras palabras contra la Academia y el Ateneo (la “Docta Casa”).     
La reacción contra el Realismo literario es patente entre los bohemios. Es muy despectiva, por ejemplo, la referencia a Galdós (“Don Benito el Garbancero”, nombre con el que era conocido entre los jóvenes modernistas por su estilo, según ellos, prosaico y vulgar).
El entronque entre bohemia y Modernismo es total en la España de ese tiempo. Rubén Darío, el gran maestro del Modernismo, participa en la obra y sus versos son citados por otros personajes. Max Estrella y Rubén Darío se profesan gran admiración. Los Epígonos del Parnaso Modernista que acompañan al protagonista de la obra eran escritores conocidos en el mundo literario de la época. Visten la indumentaria tópica (“pipas, chalinas y melenas”) y son acusados por don Filiberto de iconoclastas y cínicos.
En la obra concurren las dos tendencias de la bohemia en la forma de concebir el arte: “el arte al servicio de de los intereses del proletariado” (Max Estrella) y  “el arte por el arte” (Dorio de Gádex).
Las actitudes políticas de la bohemia se plasman también en Luces de bohemia. La desafiante protesta, romántica e individualista, del artista bohemio se dirige contra el capitalismo y contra la mediocridad, la vulgaridad y la burocratización de la sociedad burguesa. Este rechazo se manifiesta en la profunda aversión y desprecio hacia la política oficial.
Es muy sintomático el comportamiento de Max Estrella contra cualquier forma del poder establecido: el capitán Pitito, el Sereno, los guardias, Serafín el Bonito, Dieguito o el propio Ministro.
La crítica de los políticos contemporáneos y la denuncia de la corrupción política son continuas en la obra. Maura, García Prieto, Romanones, Castelar o Alfonso XIII son criticados sin paliativos. También se denuncia la corrupción política en sus diferentes manifestaciones: el caciquismo (Manuel Camo), el nepotismo (García Prieto), el reparto de la riqueza (Romanones) o la connivencia de Acción Ciudadana con la policía y el poder.      
El anarquismo será visto como la opción política radical y revolucionaria más adecuada. Las palabras de Max Estrella y del preso catalán entroncan con el pensamiento radical anarquista y comunista (desaparición de las clases sociales, necesidad de una revolución,…), únicas alternativas a la corrupción política oficial.

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