- Dar razones: base de la argumentación [texto de Fernando Savater]
- Más sobre la argumentación [texto de Javier Marías]
- Argumentar es más que opinar [texto de Ángel Gabilondo]
ACERCA DE LA ARGUMENTACIÓN
Actualmente se ha extendido una versión que me parece
errónea de la relación entre la capacidad de argumentación y la igualdad
democrática. Se da por supuesto que cada cual tiene derecho a sus propias
opiniones y que intentar buscar la verdad (no la tuya ni la mía) es una
pretensión dogmática casi totalitaria. En el fondo, no hay planteamiento más
antidemocrático que éste. La democracia se basa en el supuesto de que hoy no
hay hombres que nazcan para mandar ni otros para obedecer, sino que todos
nacemos con la capacidad de pensar y por tanto con el derecho político de
intervenir en la gestión de la comunidad de la que formamos parte. Pero para
que los ciudadanos puedan ser políticamente iguales es imprescindible en cambio
que no todas sus opiniones lo sean. Debe haber algún medio de jerarquizar las
ideas en la sociedad no jerárquica, potenciando la más adecuadas y desechando
las erróneas o dañinas. En una palabra, buscando la verdad. Tal es precisamente
el uso de la razón la cual todos compartimos (antaño las verdades sociales la
establecían los dioses, la tradición, los soberanos absolutos, etcétera). En la
sociedad democrática, las opiniones de cada cual no son fortalezas o castillos
donde encerrarse como forma de autoafirmación personal: «tener» una
opinión no es «tener» una propiedad que nadie tiene derecho a
arrebatarnos. Ofrecemos nuestra opinión a los demás para que la debatan y en su
caso la acepten o refuten, no simplemente para que sepan «dónde estamos y
quiénes somos». Y desde luego no todas las opiniones son igualmente
válidas: valen más las que tienen mejores argumentos a su favor y las que mejor
resisten la prueba de fuego del debate con las objeciones que se les plantean.
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