viernes, 27 de junio de 2014

EN RECUERDO DE ANA MARÍA MATUTE

La fantasía forma parte de la realidad porque nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad.

Ana María Matute
La muerte de Ana María Matute, una de las grandes autoras de la brillante «generación del cincuenta» o «generación de los niños de la guerra» (en palabras de Josefina Aldecoa), supone la pérdida de una de las narradoras más auténticas de nuestra literatura. Entre sus obras, os aconsejo dos. Para aquellos a quienes os guste la fantasía Olvidado rey Gudú es lectura obligatoria y necesaria, una novela de casi novecientas páginas que supone una metáfora del hombre y su historia. Para los que sois amantes de lo breve, su libro de relatos Los niños tontos es una maravillosa incursión en ese mundo fantástico y cruel de la infancia. Entre los microcuentos de ese libro transcribo «El niño al que se le murió el amigo», una bella muestra de la sensibilidad de esta autora. 

EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.


Para descubrir otras obras y para adentrarse en la vida de Ana María Matute, dejo el enlace de este documental de «Imprescindibles» de TVE.



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