Miguel Delibes (1975) |
Os dejo estas declaraciones de Miguel Delibes, de diciembre de 1975, acerca de cómo fue la novela española de posguerra y de cómo su novelística fue adaptándose a las distintas tendencias representativas de cada uno de esos periodos. Sus palabras son un resumen muy acertado de cuestiones que ya hemos estudiado con más profundidad en clase.
De 1940 a
1975 cuatro grupos o
promociones de escritores
han ido jalonando
a lo largo
de siete lustros nuestro quehacer
narrativo, surgidos aproximadamente
de década en
década. El primero, nacido con
los años cuarenta, se caracteriza
por un pesimismo doliente
a consecuencia de la guerra
civil, su falta de contacto
con los novelistas
extranjeros coetáneos y
su calidad desigual,
y, en líneas generales,
poco brillante. El
segundo, que aflora
por la década de
los 50, el de los objetivistas, muestra
una progresiva
eliminación de los resortes
emocionales, una honda
preocupación por la construcción y
el estilo y una actitud objetiva absolutamente
imparcial hacia las historias
que relatan. La
tercera promoción, los social-realistas de los años 60, convierte el
incipiente inconformismo del
grupo anterior en
una posición critica
radical y esencialmente político-social ante
la sociedad, al
tiempo que consideran
como medio los
ideales estéticos y formalistas
de aquellos. Por
último, en nuestros
días, asistimos al lanzamiento
de un cuarto grupo,
el de los experimentalistas, cuya aparición
conecta con el 'nouveau roman'
y es activado por el reciente 'boom'
de la novela hispanoamericana. Por
primera vez desde la guerra, la novela española
abandona el cauce del
realismo para apuntalar la narración en la estructura y
el lenguaje. Los
relatos se fraccionan,
se altera constantemente el ángulo
del narrador, se inmiscuye
el pensamiento en
la acción, se funden los
tiempos, se eluden los signos
de puntuación. El resultado, con frecuencia, es una
obra inextricable en
la que la frondosidad verbal
sustituye al tradicional
delineamiento de caracteres
y a la acción misma. Sin embargo
es evidente que
no todos los narradores españoles
de la postguerra caben en
estos cuatro grupos y
que evolucionan a tono con
las exigencias literarias del
momento.
Dentro
de este marco de corrientes representativas
de la novela de nuestra postguerra,
y de las cuales ninguna incitación
me ha sido ajena, mi obra
se adscribe en cierto modo
a las cuatro. Si
por mi edad debo incluirme en el primero de
esos grupos, por mi preocupación
por la forma
novelesca, evidente a
partir de El camino, me
adscribo al segundo; por mi inquietud
social -Las Ratas, Cinco horas con Mario- en el tercero,
y finalmente, por
mi afán de explorar nuevos horizontes,
mi verbosidad y los atentados
deliberados contra la
gramática, notorios en
Parábola
del náufrago, en
el cuarto.
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