El pan a secas. Fotografía de Carlos Saura de la serie "España años 50" |
ONCE NOTAS SOBRE EL ARTE Y SU FUNCIÓN
Con seguridad, nos
encontramos ante la urgencia de establecer unas líneas
generales de trabajo desde y para la juventud que se dedica al arte
y a la literatura con una intención de ruptura con las
formas anacrónicas y, en consecuencia, de contacto con las
formas vivas que pueden resultar fecundas para nuestro futuro. No
se trata, desde luego, de proponer un programa; pero sí de
declarar el deseo de que nuestros esfuerzos, hasta ahora dispersos,
sean reunidos de algún modo en un esfuerzo común y,
por ello, poderoso. Se trataría, por supuesto, de establecer
libremente unas líneas dentro de las cuales pudieran
desarrollarse los diferentes talentos artísticos con una
perfecta holgura. Se trataría, pues, tan sólo, de
cerrar el paso a una anarquía de la que sólo pueden
salir beneficiados los artistas -casi siempre económicamente
poderosos- solidarios de las formas artísticas muertas y, en
consecuencia, regresivas.
El texto que yo
propondría a la consideración de los hombres de la
poesía, de la novela, del teatro, del cinema, de las artes
plásticas, dice así:
1. El arte es una
representación reveladora de la realidad. Reclamamos nuestro
derecho a realizar esa representación.
2. Entendemos la
realidad como una revelación que el hombre va realizando a
lo largo de su historia. Hay distintas provincias
ontológicas y diferentes técnicas de captura y
representación. Todas las provincias del ser son
interesantes y ninguna técnica, forma o estilo es rechazable
en principio.
3. Entre las
distintas provincias de la realidad hay una cuya
representación o denuncia consideramos urgente: la
injusticia social en sus distintas formas.
4. La
revelación que el arte hace de la realidad es un elemento
socialmente progresivo. En esto consiste nuestro compromiso con la
sociedad. Todo compromiso mutilador de esa capacidad reveladora es
inadmisible.
5. Rechazamos toda
coacción exterior, ajena, por tanto, a nuestra conciencia
moral y a nuestro sentido estético. Nos sentimos
responsables de nuestros actos morales y artísticos -un acto
artístico es siempre un acto moral- y rechazamos toda tutela
extraña.
6. El arte, por el
simple hecho de revelar la estructura de la realidad, cumple -en un
sentido muy amplio, metajurídico, de la palabra justicia-
una función justiciera. Esto nos hace sentirnos
útiles a la comunidad en que vivimos, aunque ésta, en
ocasiones, nos rechace.
7. Pertenecer a un
partido político no tiene por qué significar la
pérdida de la autonomía que reclamamos para el
artista. Este compromiso será lícito y fecundo en los
casos en que el artista se sienta expresado totalmente por ese
partido. Su compromiso será entonces, precisamente, la
expresión de su libertad.
8. No pertenecer a
un partido político no tiene por qué significar
inhibición en el artista; su culpable evasión; su
traición a la responsabilidad social que postulamos para su
trabajo. Desde fuera de los partidos progresivos se puede luchar, y
de hecho se lucha, por el progreso social. Es lícito
rechazar la alineación en un partido siempre que el artista
no se sienta expresado suficientemente por ese partido, ya sea en
el plano teórico, ya en el orden táctico.
9. Lo social es
una categoría superior a lo artístico.
Preferiríamos vivir en un mundo justamente organizado y en
el que no hubiera obras de arte, a vivir en otro injusto y
florecido de excelentes obras artísticas.
10. Precisamente,
la principal misión del arte, en el mundo injusto en que
vivimos, consiste en transformarlo. El estímulo de esta
transformación, en el orden social, corresponde a un arte
que, desde ahora, podríamos llamar «de
urgencia». Queda dicho que todo arte vivo, en un sentido
amplio, es justiciero; este arte que llamamos «de
urgencia» es una reclamación acuciante de justicia,
con pretensión de resonancia en el orden
jurídico.
11. Sólo un
arte de gran calidad estética es capaz de transformar el
mundo. Llamamos la atención sobre la radical inutilidad de
la obra artística mal hecha. Esa obra se nos presenta muchas
veces en la forma de un arte que podríamos llamar
«panfletario». Este arte es rechazable desde el punto
de vista artístico (por su degeneración
estética) y desde el punto de vista social (por su
inutilidad).
Propongo estos
once puntos a la consideración de los artistas con el deseo
de que sean once puntos de partida para un acuerdo posterior, que
podría resultar de una discusión -desde distintas
artes y posturas- sobre los temas propuestos y otros que
completarán las líneas de acción aquí
esbozadas.
[Las oraciones destacadas en negrita recogen las principales ideas que este texto de Sastre aporta ]
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