CURSO

martes, 21 de abril de 2020

DOCE NOVELAS ESPAÑOLAS ENTRE 1945 Y 1975 (II) : «LAS RATAS», «TIEMPO DE SILENCIO» Y «ÚLTIMAS TARDES CON TERESA»


Continuamos con la selección de estas doce novelas españolas representativas de los años 1945 a 1975, con todas las puntualizaciones hechas en la entrada anterior.
Las ratas (1962) de Miguel Delibes
El mundo de las ratas ha sido explotado en importantes novelas españolas de posguerra como símbolo de la supervivencia en la miseria. Los protagonistas de esta novela de Delibes son el Ratero y su hijo, el Nini. Entre ambos se establece una polaridad que dibuja un mundo natural terrible e irredento, el del padre que vive de las ratas, el del ser brutal que no retrocede ante el crimen, y su anverso, representado por el hijo. El Nini es un ser predestinado a la deformidad psíquica, es hijo de dos hermanos deficientes, y, sin embargo, aprende lo mejor del único lugar que puede aprenderlo: de la naturaleza. Las ratas se incardina en un momento de evolución en la obra de Delibes en el que se experimenta con el lenguaje y se abandona la visión complaciente de la vida rural. Delibes hace aparecer la denuncia social detrás de estos personajes, que oscilan entre el tremendismo naturalista con que se nos presenta el Rata y el simbolismo del niño, cuyo retrato no admite un análisis en términos de realismo o de verosimilitud. La miseria, las desigualdades generadas por un sistema de propiedad injusto, la falta de iniciativas políticas mantienen en unos límites infrahumanos a los pobres de este pueblo castellano en el que muchos comen ratas. El estilo escueto y aparentemente natural de Delibes se apoya, como en otras obras del autor, en el conocimiento minucioso de las labores del campo, los animales, las hierbas y en la capacidad para nombrar exactamente el medio natural rural de Castilla. [María Ángeles Naval]

Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos
El autor de Tiempo de silencio, hijo de un general-médico, era un joven psiquiatra de éxito, amigo de los mejores escritores de su generación y militante clandestino del Partido Socialista. Con este relato, dinamitó las bases de la novela realista y comprometida: usó ampliamente del monólogo interior de los personajes, fragmentó cuidadosamente la estructura de lo contado y, sobre todo, recurrió a un modo de narración sarcástico, trufado de juegos de palabras, que venía directamente de James Joyce. Pero los problemas que narró eran los mismos que se planteaban sus amigos realistas y que eran familiares a las letras españolas desde tiempos de su admirado Pío Baroja: la hipocresía de la clase media tradicional, las dimensiones matriarcales de la sociedad española, lo irrisorio de cualquier intento de emancipación intelectual, la imposibilidad de establecer nexos entre un lumpenproletariado embrutecido y su propio grupo de escritores, metidos a redentores. La novela presenta con subyugante violencia los ámbitos en que se desarrolla la breve acción —la pensión de familia, el burdel, la pretenciosa mansión aristocrática, la tertulia nocturna de los jóvenes intelectuales, las chabolas donde se hacinan los inmigrantes— y logra conferir a Pedro, su joven médico protagonista, más víctima que provocador, siempre más atónito que consciente, la dolorosa representatividad de un fracaso generacional. [José-Carlos Mainer]

Últimas tardes con Teresa (1966) de Juan Marsé
El protagonista de esta novela, que ganó el Premio Biblioteca Breve de 1965, es el descuidero de motos Manolo Reyes, un vecino del Carmelo, el novelesco barrio barcelonés de Marsé. La prosa satírica y muy plástica del autor, que teje escenas y personajes perfectamente visualizables, diseña un juego de dobles personalidades, de engaños y autoengaños con los que acierta a desenmascarar la inconsistencia ideológica de unos universitarios librescamente comprometidos, y las limitaciones del ascenso social, y hasta de redención, del lumpen.
Manolo, alias «el pijoaparte», con el falso nombre de Ricardo de Salvarrosa, seduce en una fiesta de sociedad a quien cree una burguesita. El amanecer nos descubre que Manolo, engañado, ha yacido con la criada. La idea de robar en la finca mantiene la relación hasta que aparece la hija de la casa, Teresa, joven universitaria, deseosa, como sus compañeros de universidad, de mezclarse con «proletarios» para superar su condición burguesa y entender la imprescindible «conciencia de clase». El mundo de la conspiración estudiantil, la relación con Manolo —que ahora se hace pasar por un obrero militante—, el respeto del «pijoaparte» por la virginidad de Teresa, y el cruce de ficciones y autoengaños (Teresa conoce la vida de los chabolistas... sin dejar su villa; Manolo, la de los chalets altoburgueses, sin poder alcanzarlos), impone su realidad. Marsé culminó así lo que Vargas Llosa llamó con toda exactitud «una explosión sarcástica en la novela española». [María-Dolores Albiac]

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