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Comparto hoy con los lectores del blog una reflexión de Irene Vallejo sobre la generosidad y la solidaridad que en estos duros y complicados días tanto alivian las penas. Como es característico en sus columnas periodísticas, rememora las palabras de los autores griegos y latinos que ya nos hablaron en el pasado de las cuestiones que tanto nos importan en el presente.
Generosidad
recompensada
Cuando
llegan los años difíciles, todos nos sentimos divididos entre la lucha
individual por salir adelante y el deseo de construir una realidad en
equilibrio más justo y duradero. Solidaridad y egoísmo son los dos polos entre
los que oscilamos en épocas de inclemencias, y, en el fondo, tanto al asociarnos
como al ensimismarnos, buscamos lo mismo: estar a salvo. Siempre queda
preguntarse por cuál de las dos vías alcanzaremos la seguridad, el añorado
refugio.
Los
filósofos de la Antigüedad tomaron claro partido ante este interrogante.
Aristóteles afirmó que somos seres para la vida en común. No podemos olvidar,
aseguraba, los vínculos que ciñen la felicidad a la justicia, el individuo al
grupo. Nos conviene formar sociedades donde tengan cabida el cobijo y la
seguridad, así expandimos nuestra posibilidad de convivencia y de felicidad.
Siglos después, Séneca escribió que la gratitud revierte sobre sí misma:
"Todos cuantos favorecen a otro, se favorecen a sí mismos, porque el socorrido
querrá socorrer y el defendido proteger, y el buen ejemplo retorna,
describiendo un círculo, hacia el que lo da, igual que los malos ejemplos
acaban recayendo sobre sus autores". Al hacer un servicio a los demás,
contribuimos a crear una red asistencial que, llegado el caso, podrá
sostenernos a nosotros mismos. Por separado somos hebras sueltas en una
enmarañada madeja, y solo nos protegemos si nos entretejemos. Quién sabe si en
las cambiantes fortunas del tiempo, con sus quiebras, devaluaciones y pérdidas,
lo que hemos dado resultará ser la más segura de nuestras inversiones.
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