CURSO

martes, 10 de diciembre de 2019

CAROLINA CORONADO, UNA POETA ROMÁNTICA


Retrato de Carolina Coronado por
Francisco Madrazo
(tomado de Wikipedia).
Presento en esta entrada a Carolina Coronado, una poeta que publicó en los años que mediaron entre el momento en que  surgieron los poetas románticos de los años treinta del siglo XIX como Espronceda y los años en que empezaron a publicar Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Su obra supone el anuncio de una nueva poesía más intimista. Es una de esas autoras olvidadas que rara vez aparecen en los libros de texto y por eso aquí quiero recordarla.
En los dos poemas amorosos que comparto está presente Alberto, su primer novio. En el soneto «Siempre tú» evoca cuatro «diciembres» consecutivos en los que se suceden el enamoramiento (primer cuarteto), la marcha de Alberto a América (segundo cuarteto), la espera de la vuelta del amado (primer terceto) y la muerte de Alberto (segundo terceto). A pesar de todo la pasión no ha cesado.
            SIEMPRE TÚ
         La niebla del diciembre quebrantaba
del sol los melancólicos fulgores
cuando en mi corazón de tus amores
el acento primero resonaba.
         El segundo diciembre se acercaba
trayendo para mí nieblas mayores
que a merced de los vientos bramadores
tu nave en el Atlántico bogaba.
         Y el diciembre tercero aparecía
templado, alegre como el mayo hermoso
y eras tú mi suspiro todavía.
         El cuarto, arrebatado, tempestuoso,
vino a robarme la ventura mía
¡ay!, mas no a dar a mi pasión reposo.

En los cuartetos de «Nada resta de ti» se dirige a su amado con profunda tristeza, deseosa de haber muerto también junto a él en el mar y lamentado enfáticamente su mala suerte. 
                   
         Nada resta de ti… Te hundió el abismo…
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.
         Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
         Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
¡es la maldad más grande de la suerte!…

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