CURSO

miércoles, 16 de marzo de 2016

DESPRECIO DE LA ORTOGRAFÍA

Transcribo el artículo del periodista Diego Carcedo "Desprecio de la ortografía" que apareció hace unos días en la prensa digital y que generó una interesante polémica. Espero que no os deje indiferentes.

Tuit del Ministro de Educación con faltas de ortografía
Escribir con faltas de ortografía, un tabú en mis tiempos de estudiante, ya no sonroja. Cuando, hace algún tiempo, advertí a mis alumnos de cuarto de Periodismo que en los exámenes suspendería a los que incurriesen en faltas de ortografía, un estudiante insolente me replicó que eso ya no era importante. ‘Para evitarlo –me respondió– está el corrector ortográfico de Google’. Le repliqué que los aviones modernos llevan sistemas automáticos de navegación y no por eso los futuros pilotos podían graduarse sin saber manejar una brújula.
Efectivamente, una semana después, tres o cuatro exámenes incluían faltas de bulto y casi todos los autores protestaron cuando vieron que la advertencia no había sido hecha en el vacío. En cambio una alumna, casualmente hija de un matrimonio amigo, escribió “a sido”, en lugar de “ha sido” y, aunque el resto del examen era pasable, la suspendí.
Cuando en la revisión le mostré subrayado el fallo, casi se echó a llorar y me pidió que, por favor, cuando hablase con sus padres, no les dijese las razones del ‘cate’. Lo entendía y achacó el error a un despiste inducido por los nervios. “Lo comprendo -le dije-, pero ¿te imaginas esta frase en un titular de un periódico?” No se trata de casos excepcionales; todo lo contrario, y la ignorancia o despreocupación por la ortografía se ha convertido en un mal cotidiano.
Y no sólo de los estudiantes que a la ortografía le han perdido bastante el respeto. Acabo de leer la noticia de que en un concurso oposición para maestros en propiedad a pesar de que la tolerancia ortográfica era de tres errores, seis de los aspirantes a formar a las futuras generaciones fueron expulsados y, lo más sorprendente, es que todos consideran que ha sido una injusticia y para repararla acudirán al Juzgado. En fin, que cualquiera –yo el primero– puede cometer una falta de ortografía es evidente; pero que se desdeñe cometerla no es admisible.
Soy de los que opinan que en nuestro idioma hay reglas ortográficas, empezando por la existencia de la hache, que son incongruentes y fonéticamente innecesarias. Pero, como se dice tanto ahora, es lo que hay. Conocer las reglas ortográficas y respetarlas es imprescindible para no ir por ahí dando muestras de analfabetismo, igual que lo sería ignorar los nombres de los Reyes Magos o la tabla de multiplicar. Los correctores ortográficos están bien, pero a veces son los primeros que cometen errores porque hay palabras de doble significado y ortografía distinta, y en cualquier caso no eximen de conocer las normas y extremar su respeto.
El desprecio por la ortografía, que según me comentan algunos profesores de otras carreras universitarias es algo muy habitual, se está convirtiendo en un mal ejemplo del desinterés por todo lo que se relaciona con la cultura y, peor aún, con la educación integral. Igual que ocurre en la vida cotidiana, tal parece que en nuestra sociedad, inducida por poderes fácticos que sólo consideran importante aquello que afecta a la economía, escribir correctamente no genera beneficios ni influye en las cuentas de resultados. Escribir con faltas debería producir sonrojo, pero ya, tampoco.

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