CURSO

viernes, 29 de noviembre de 2013

EL CONCEPTO DE «IMPERSONALIDAD»

El concepto de «impersonalidad» resulta un tanto ambiguo en los estudios gramaticales ya que no siempre se emplea desde el mismo punto de vista.

Semánticamente, se habla de oraciones impersonales en los casos de oraciones en las que no hay sujeto porque no se conoce el agente, bien porque se considera innecesario nombrarlo, bien porque se desea ocultarlo («Llaman a la puerta», «Dicen que van a suspender la reunión»). Mejor que de impersonalidad es hablar de indeterminación de agente, pues existe un sujeto gramatical e incluso hay alguien que realiza la acción expresada por el verbo, aunque no se precise quién es. Entre estas falsas impersonales, además de las oraciones con verbos en tercera persona del plural (como los ejemplos señalados), hay que contemplar otros usos que también dejan indeterminado el agente: oraciones con sujeto léxico uno, indefinido generalizador («En estas ocasiones uno no sabe qué decir»), oraciones en segunda persona del singular con valor generalizador («En esas ocasiones no sabes qué decir») y oraciones en primera persona del plural con valor generalizador («En esas ocasiones no sabemos qué decir»).

Formalmente, no se puede hablar de oraciones impersonales porque toda forma verbal personal implica un sujeto gramatical expresado en los morfemas de persona y número. Desde este punto de vista ni siquiera una oración como «Nieva» sería impersonal puesto que se señala como sujeto gramatical la tercera persona del singular.

Sintácticamente, se habla de oraciones impersonales para definir a aquellas (como «Nieva») que no admiten un sujeto léxico y cuyo núcleo verbal está siempre en tercera persona del singular. Las impersonales que no admiten sujeto léxico se clasifican en tres grupos:
  • Impersonales de fenómenos naturales o unipersonales: se construyen con verbos que designan fenómenos de la naturaleza, relacionados con alguna noción meteorológica (llover, nevar, amanecer, granizar, relampaguear,...). Estos verbos, por su propio significado, no pueden llevar un sujeto explícito y se usan en tercera persona del singular.  Sin embargo, en sentido figurado, pueden aarecer en otras personas gramaticales y admitir un sintagma nominal en función de sujeto: «Llueven las críticas al ministro», «Amanecí en casa»,...
  • Impersonales gramaticalizadas o existenciales: ciertos verbos con variación gramatical (ser, parecer, haber, hacer, bastar, sobrar) no permiten en determinados usos la alteración de persona y número: «Es tarde», «Parece que no llega», «Hay mucha gente», «Hace frío», «Basta con la mitad», «Sobra con cinco euros». Todos estos verbos aparecen, por supuesto, en construcciones no impersonales.
  • Impersonales reflejas: se construyen con cualquier verbo, transitivo o intransitivo, en tercera persona del singular antepuesto de se, que forma parte del núcleo del predicado y constituye una marca de impersonalidad o de que la tercera persona del singular del verbo ha de entenderse de una forma genérica («Se vive muy bien en nuestro barrio», «En el instituto se trabaja demasiado»). Es importante no confundir esta construcción impersonal con la pasiva refleja (formada por se y un verbo en voz activa), que sí tiene sujeto y sí puede pasar a plural («Se convocará una manifestación», «Se convocarán dos manifestaciones»).
Podéis practicar la clasificación de las oraciones según la presencia de sujeto o no en esta PRUEBA DE CONOCIMIENTOS que he preparado para repasar lo estudiado. Antes de elegir la opción correcta, conviene pensar razonadamente la respuesta.
Pincha en este enlace: ORACIONES PERSONALES E IMPERSONALES

lunes, 25 de noviembre de 2013

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ HABLA SOBRE «DIARIO DE UN POETA RECIÉN CASADO»

MAR
¡Solo un punto!
                                                 Sí, mar, ¡quién fuera,
cual tú, diverso cada instante,
coronado de cielos en su olvido;
mar fuerte -¡sin caídas!-,
mar sereno
-de frío corazón con alma eterna-
¡mar, obstinada imajen del presente!

Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado


Ricardo Gullón recogió en sus Conversaciones con Juan Ramón (1958) interesantísimas palabras del poeta de Moguer sobre la gestación, la composición, el contenido, la forma, la publicación, la recepción de la crítica y la trascendencia de Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916 y publicado en 1917, obra clave en la historia de la poesía española del siglo XX. (La obra de Juan Ramón Jiménez se puede descargar en este enlace y un estudio muy completo se puede leer en esta página de José Antonio Serrano). Cedamos la palabra a Juan Ramón Jiménez.

«El único libro que escribí de un tirón fue el Diario. Es el único concebido como tal libro y escrito inmediatamente. Y tan pronto como lo escribí, lo publiqué; después seguí reeditándolo en la misma forma, sin corregirlo. [...] Cambié el título [por el de Diario de poeta y mar] porque quería destacar la importancia que en su gestación tuvo la presencia del mar, el contacto con el mar. El libro está suscitado por el mar y nació con el movimiento del barco que me traía a América [en su viaje a Nueva York de 1916 para casarse con Zenobia Camprubí]. En él usé por vez primera el verso libre: este vino con el oleaje, con el no sentirme firme, bien asentado.
El libro es el descubrimiento del mar, del amor y del cielo; tengo muy dentro de mí la la idea de que lo determinó el mar, y, según le digo, los problemas de él son los del cielo, amor y mar. Ortega y Basterra piensan que es un libro metafísico, y tienen razón. Unamuno me decía que la poesía debe ser siempre más ideológica que otra cosa, pero yo pienso que debe ser siempre más sorprendente, más bien encantadora.» [páginas 83 y 84]
 
«Lo creo mi mejor libro [...]. No se pone viejo. Perdone si hablo de él en esta forma, pero lo veo ya como cosa histórica, fuera de mí. Es un libro de descubrimientos, aparte de que desde él haya variado el movimiento del verso, la sintaxis poética. Con el Diario empieza el simbolismo moderno en la poesía española. Tiene una metafísica que participa de estética, como en Goethe. Y tiene también una ideología manifiesta en la pugna entre el cielo, el amor y el mar. 
Creo que, sobre todo en la segunda parte, el libro tiene verdadera profundidad. Basterra fue el primero en sentirla y me lo comunicó en carta escrita desde Italia. Los críticos, cuando el libro se publicó, no la admitieron, y otros poetas necesitaron diez años para empezar a darse cuenta de ello.» [páginas 92 y 93]

«La prosa del Diario está escrita contra lo que vi en los Estados Unidos. Es casi siempre irónica.[...]. El verso libre mío es muy diferente del de Unamuno que es bíblico.[...] En otros poetas hay verso libre como el de Diario, pero es que ha salido de allí. La mitad de la poesía moderna, en España, viene del diario. Vea, si no: León Felipe; Salinas y sus Presagios, publicado por mí en la Biblioteca de Índice, en 1923; Moreno Villa y sus Evoluciones...[...]
Yo no sé por qué el Diario ha sido tan mal leído. Hay en él muchas cosas que nunca se han visto. Es un libro metafísico: en él se tratan los problemas de la creación poética, los problemas del encuentro con las grandes fuerzas naturales: el mar, el cielo, el sol, el agua... Ahora en estos años [1953-1955, cuando conversó con el profesor y crítico literario Ricardo Gullón] he vuelto a plantearlos en Animal de fondo»[páginas 90 y 91]

A continuación os dejo la presentación que preparé para explicar en clase la trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez.

jueves, 21 de noviembre de 2013

INCORRECTO, INADECUADO, INCOHERENTE, INCONEXO

Para componer un buen texto y para que no nos den ninguna de esas valoraciones negativas que figuran en el título de la entrada, debemos tener presente siempre las cuatro propiedades que todo texto debe cumplir: corrección, adecuación, coherencia y cohesión.
  • Para escribir con corrección y evitar que en el texto se cometan incorrecciones (ortográficas, morfosintácticas o léxicas), hay que estar siempre vigilante en el uso de la lengua y consultar cuantas dudas puedan surgir (en el diccionario, en la gramática, en la ortografía,...), además de revisar el texto una vez concluido.
  • Para adaptarse a la situación de comunicación y evitar que el texto sea inadecuado, hay que tener claros la intención con la que se elabora,  el destinatario al que se dirige uno, el canal que se va a utilizar, el tipo de texto que se va a componer y el registro lingüístico elegido.
  • Para seleccionar la información relacionada con el tema que se va a tratar y organizarla de forma óptima y evitar que el texto sea incoherente, hay que preparar un esquema o guion de lo que se va a decir (si el texto es muy complejo), hay que distribuir convenientemente la información en apartados, párrafos y oraciones;  y hay que seguir las estructuras básicas del tipo de texto que se va a elaborar.
  • Para conectar y cohesionar las distintas partes y enunciados del texto y que el texto no resulte por tanto inconexo y deslavazado, se deben emplear los diferentes procedimientos de cohesión textual que nos proporciona la lengua: recurrencias, elipsis, sustituciones y marcadores textuales para estructurar el texto o para marcar las relaciones entre las ideas.
Estos consejos para escribir textos correctos, adecuados, coherentes y bien cohesionados deben ser tenidos en cuenta siempre que nos dispongamos a componer cualquier tipo de texto. Y en el instituto escribimos muchos textos: resúmenes, comentarios, trabajos, exámenes,...
A continuación os dejo las presentaciones con las que expliqué las propiedades del texto. Falta la cohesión que estudiaremos más adelante.




    jueves, 14 de noviembre de 2013

    ANTONIO MACHADO, LECCIÓN DE LITERATURA

    Homenaje de Picasso a Machado
    Después de haber leído en clase unos cuantos poemas de Antonio Machado, os presento este homenaje, «Lección de Literatura», que le hizo el también poeta y profesor de literatura Ángel González en Grado elemental en 1962. Antonio Machado fue un ejemplo para toda la poesía de la posguerra española, pues su paso del yo al nosotros influyó en todos los poetas que escribieron poesía en los años cincuenta y sesenta.

    Las referencias a los poemas de Campos de Castilla (y, especialmente, a «El mañana efímero») le sirven a Ángel González para presentarnos a Antonio Machado como poeta vivo que sigue vigente en los años sesenta del siglo pasado pero que, si hacemos la oportuna traslación a nuestros días (donde dice Frascuelo -o Di Stéfano según González-, podemos poner Ronaldo o Messi), desgraciadamente sigue de plena actualidad. Y sigue quedándonos la esperanza...



    Lección de literatura

    (A Antonio Machado)

    La España de charanga y pandereta,
    devota de Frascuelo y de María,
    ha de tener su mármol y su día.
    A.M.

    Los olmos sobreviven.
    Las colinas
    continúan dorándose
    cuando el trigo madura, en primavera.
    Los vencejos
    regresan cada año, y las cigüeñas
    reconquistan sus nidos
    en febrero y en torres eclesiásticas
    o álamos ribereños.
    La tierra
    se obstina en ser hermosa:
    fina, adusta, guerrera.
    Pese a tu muerte
    —y a la de otros muchos—
    también los hombres son como eran antes.
    Devociones no idénticas
    —Frascuelo es sólo un nombre—,
    pero muy parecidas,
    están vigentes hoy igual que antaño:
    Di Stéfano y la Misma
    acaparan plegarias y ovaciones.
    Todo ocurrió tal como nos dijiste:
    del vano vientre del ayer surgieron
    estos días vacíos
    y, orando y embistiendo,
    calvas y calaveras venerables
    nos predican traición y tradiciones.
    Tú sigues siendo Don Antonio, siempre,
    poeta vivo entre nosotros —muertos—
    y te leemos cada día porque
    nunca nos engañaste
    y desenmarañaste el negro ovillo
    de nuestra amarga historia
    con dedos claros, delicados, duros.
    Predijiste los tiempos que cruzamos
    y los que cualquier día alcanzaremos.
    La España de la rabia y de la idea
    avanza, pese a todo. Te escuchamos:
    Mas otra España nace
    Y te creemos.

    Aprovecho la entrada para dejar la presentación que hice para explicar la trayectoria poética de Machado.

    martes, 12 de noviembre de 2013

    LOS POEMAS A LEONOR

    En octubre de 1907 Antonio Machado llegó a Soria para empezar a dar clases de francés en el instituto. Dos meses más tarde cerró la pensión donde se alojaba y decidió trasladarse a otra, regentada por Ceferino Izquierdo, sargento de la Guardia Civil jubilado, y su mujer Isabel Cuevas. Allí conoció a sus tres hijos y se enamoró de la mayor, Leonor, de trece años. Era, según los amigos de la familia, una niña menuda, trigueña, de alta frente y ojos oscuros. Hasta finales de 1908 no se decidió a pedir el noviazgo. El 30 de julio de 1909 se celebró la boda en Soria. Solo tres años después, el 1 de agosto de 1912, falleció Leonor, a causa de la tuberculosis, y Machado, desesperado, abandonó Soria y pidió traslado a Baeza.


    Esta dolorosa experiencia dio lugar a unos cuantos poemas de Machado. Los poemas dedicados a Leonor suponen una vuelta del poeta a la línea intimista más dolorida. Los escribe cuando Leonor enferma, cuando le llega la muerte y cuando la recuerda estando ya en Andalucía.
    El primer poema en el que reparamos es «A un olmo seco», que fue compuesto en Soria el 4 de mayo de 1912. En los versos finales Machado espera la curación de su mujer como otro milagro parecido al que ha experimentado ese olmo al que «con las lluvias de abril y el sol de mayo / algunas hojas verdes le han salido». Llenos de sentida emoción dicen esos versos:
    Mi corazón espera
    también, hacia la luz y hacia la vida,
    otro milagro de la primavera.

    En otro poema, un romance, recogerá con gran dramatismo el mismo momento de la muerte de Leonor:
    Una noche de verano
    —estaba abierto el balcón
    y la puerta de mi casa—
    la muerte en mi casa entró.
    Se fue acercando a su lecho
    —ni siquiera me miró—,
    con unos dedos muy finos,
    algo muy tenue rompió.
    Silenciosa y sin mirarme,
    la muerte otra vez pasó
    delante de mí. ¿Qué has hecho?
    La muerte no respondió.
    Mi niña quedó tranquila,
    dolido mi corazón,
    ¡Ay, lo que la muerte ha roto

    era un hilo entre los dos!

    Machado lamenta que la muerte no se haya fijado en él. Lo mismo le decía en una carta a su amigo Unamuno: «La muerte de mi mujer dejó mi espíritu desgarrado. Mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero sobre el amor, está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere».

    Tras la muerte de Leonor, el 1 de agosto de 1912, escribe varios poemas transidos de dolor, soledad y emoción. En este aflora el sentimiento religioso:
    Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
    Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
    Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
    Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

    En otros la esperanza (el corazón) y la desesperanza (la cabeza) luchan en el interior del poeta. Por ejemplo, en este:
    Dice la esperanza: un día
    la verás, si bien esperas.
    Dice la desesperanza:
    sólo tu amargura es ella.
    Late, corazón... No todo
    se lo ha tragado la tierra.

    O en este otro:
     Soñé que tú me llevabas
    por una blanca vereda,
    en medio del campo verde,
    hacia el azul de las sierras,
    hacia los montes azules,
    una mañana serena.
      Sentí tu mano en la mía,
    tu mano de compañera,
    tu voz de niña en mi oído
    como una campana nueva,
    como una campana virgen
    de un alba de primavera.
    ¡Eran tu voz y tu mano,
    en sueños, tan verdaderas!...
    Vive, esperanza, ¡quién sabe
    lo que se traga la tierra!

    Ya en Baeza, el poeta evoca las tierras de Soria y sueña con su mujer. El sueño no tardará en romperse: la tristeza, el dolor, la soledad y la amargura atenazan al poeta.
     Allá, en las tierras altas,
    por donde traza el Duero 
    su curva de ballesta
    en torno a Soria, entre plomizos cerros
    y manchas de raídos encinares,
    mi corazón está vagando, en sueños...
      ¿No ves, Leonor, los álamos del río
    con sus ramajes yertos?
    Mira el Moncayo azul y blanco; dame
    tu mano y paseemos.
    Por estos campos de la tierra mía,
    bordados de olivares polvorientos,
    voy caminando solo,
    triste, cansado, pensativo y viejo.

    Un año después de «A un olmo seco», en la primavera de 1913, en Baeza, escribe a su amigo José María Palacio un poema (en forma de carta) en el que junto a la evocación de Soria en primavera, recuerda a su mujer y el cementerio en el que está enterrada, «El Espino», y le pide que le lleve unas flores en su nombre.
    Con los primeros lirios
    y las primeras rosas de las huertas,
    en una tarde azul, sube al Espino,
    al alto Espino donde está su tierra...

    Estos poemas que Machado dedicó a Leonor son una estupenda muestra  de cómo la lírica es el cauce más idóneo para transmitir la expresión de los sentimientos.

    [En la redacción de esta entrada me he servido de las obras sobre Antonio Machado que hicieron José Luis Cano (su biografía) y Vicente Tusón (estudio crítico), maestros en el estudio de la lIteratura]

    martes, 5 de noviembre de 2013

    CERNUDA EN LA MEMORIA

    Hoy se cumplen cincuenta años de la muerte de Luis Cernuda, uno de los grandes poetas de la generación del 27. Este aniversario quizás ha pasado un tanto desapercibido en los medios de comunicación y en el mundillo cultural de hoy. Todo tiene su explicación: no conviene recordar a un hombre profundamente inconformista y rebelde, que se alineó siempre con los más desafavorecidos y que vivió sin doblegarse a nada ni a nadie.
    Nos queda su poesía, que nace, como en los románticos, del conflicto entre la realidad y el deseo. Podéis leer alguno de sus poemas en este enlace de Poesía en español.

    Rescato un breve  reportaje que emitió TVE con motivo del centenario de su nacimiento para conocer un poco mejor su personalidad.
    Recuerdo hoy uno de sus poemas más famosos, inspirado en uno de los versos de la rima LXVI de Bécquer, para que su poesía siga viva en todos nosotros.
    DONDE HABITE EL OLVIDO
    Donde habite el olvido,
     En los vastos jardines sin aurora;
    Donde yo sólo sea 
    Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
     Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
    Donde mi nombre deje
     Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
     Donde el deseo no exista.
    En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
     No esconda como acero
     En mi pecho su ala,
     Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
    Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
     Sometiendo a otra vida su vida, 
     Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
    Donde penas y dichas no sean más que nombres, 
    Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 
    Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
     Disuelto en niebla, ausencia, 
    Ausencia leve como carne de niño.
    Allá, allá lejos; 
    Donde habite el olvido.

    LA «SONATINA» DE RUBÉN DARÍO, EJEMPLO DE LENGUA MODERNISTA

    «Yo también admiraba al autor de Prosas profanas, el maestro incomparable de la forma y de la sensación»
    Antonio Machado [prólogo a  Soledades]
    La «Sonatina» de Rubén Darío es uno de esos poemas populares de los que todo el mundo recuerda algún verso y que sin falta se ha leído en las clases de Literatura en el instituto. Esto no quita para que sea un ejemplo perfecto de la lengua que quisieron cultivar los modernistas, una lengua muy cuidada que buscaba la belleza ante todo y una lengua que pretendía ser expresión de esa literatura de los sentidos que persiguieron incesantemente. Un ejemplo de poesía modernista, con la inequívoca firma de Rubén Darío.


    El estilo cuidado y renovado por completo de los modernistas se aprecia en los vocablos exóticos (por ejemplo, las alusiones a remotos lugares orientales -Golconda, Ormuz, China-), en el empleo de neologismos y cultismos extraños hasta entonces en nuestra lengua («azur», «nelumbos», «hipsipila», «crisálida») o en las adjetivaciones insólitas e inesperadas («el halcón encantado», «los cisnes unánimes»). Además, el uso de símbolos,  repetidos en otros poemas de Rubén Darío, ayuda a que la expresión sea más  sugerente y evocadora. Así, los «cisnes» simbolizan la belleza y la pureza; lo «azul» es lo ideal, lo infinito; la «hipsipila» y la «mariposa» son los dos estados del alma, la imperfección y la perfección; el «pavo real» representa la belleza; la torre de marfil es en muchas ocasiones el interior del poeta. La belleza también se consigue con una cuidada ambientación que combina lo fantástico («un dragón colosal», «el hada madrina», «en caballo con alas»), con lo medieval («la dueña», «la rueca», «el halcón», «el bufón») y con el máximo refinamiento (el palacio real lleno de mármoles y oros).
    Igualmente la «Sonatina» es un extraordinario ejemplo de poesía sensorial, de literatura de los sentidos. El cromatismo y la plasticidad de las palabras deslumbran la vista («rojo», «escarlata», «azules», «oro», «rosa», «marfil», «brillante»). La recreación de olores y sensaciones olfativas impregna todo el poema: las «Islas de las Rosas fragantes», los lirios, los jazmines,...A todo ello ayuda el magistral empleo de la sinestesia, tan del gusto de los poetas simbolistas, que confunde sensaciones de diferentes sentidos, como en el verso quince («la dulzura de luz»). Es el sentido del oído el que sin duda está más cuidado y trabajado en todo el poema. La métrica y los recursos literarios buscan la recreación de un ritmo de gran musicalidad. Los versos alejandrinos con rimas agudas y la distribución de acentos fijos en las sílabas tercera y sexta de cada hemistiquio confieren una andadura rítmica a todo el poema. Las aliteraciones («los suspiros se escapan de su boca de fresa», «la libélula vaga de una vaga ilusión»), las armonías imitativas («está mudo el teclado de su clave sonoro»), las anáforas, las reduplicaciones, el polisíndeton y los paralelismos refuerzan extraordinariamente la musicalidad, acorde con el título, «sonatina», pues se trata sin duda de una composición agradable al oído por sus logrados efectos melódicos.
    Por todo ello, Antonio Machado se refirió a Rubén Darío como el «maestro incomparable de la forma y de la sensación».
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    A continuación os dejo la presentación que elaboré para explicar la poesía de Rubén Darío.
     

    lunes, 4 de noviembre de 2013

    «CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA»: REPASO A LOS TEMAS CARACTERÍSTICOS DE RUBÉN DARÍO

    «Canción de otoño en primavera» es el título de uno  de los poemas más famosos de Rubén Darío, aparecido en Cantos de vida y esperanza, obra de madurez que depura considerablemente la exuberancia formal de Prosas profanas y revela la amargura que el poeta descubre en «las honduras del alma». 
    En el poema, con un sugerente título por el simbolismo y la paradoja que encierra, se dan cita los temas característicos de la poesía de Rubén Darío: el amor («plural ha sido / la celeste historia de mi corazón»), el paso del tiempo (como lo recuerdan el título y el estribillo), la desazón interior («cuando quiero llorar no lloro... / y a veces lloro sin querer»), la amargura existencial («la vida es dura. Amarga y pesa»), la propia creación poética («¡ya no hay princesa que cantar!»), los deseos insaciables («mi sed de amor no tiene fin») y la ilusión depositada en una enigmática esperanza («¡Más es mía el Alba de oro!»).
    La poesía amorosa es abundante en todos los libros de Rubén Darío. Pedro Salinas señaló que más que un «poeta del amor» fue un «poeta erótico» puesto que siempre permaneció «confinado en la consideración del amor como una fuerza, admirable en sí, un impulso vital, de belleza propia e intransferible, que arroja al que lo posee de mujer en mujer, conserva su independencia final de todas ellas y sigue gozándose en su mismo goce». En este repaso de su historia amorosa nos presenta primero «una dulce niña», luego «otra» «más sensitiva»,  después «otra» que buscaba «un amor de exceso», luego «las demás», todas sin nombre, que fugazmente desaparecen de su vida y de su poema, porque todas son, en fin, «fantasmas de mi corazón». En su itinerario amoroso no han faltado tampoco las alusiones bíblicas (Herodías y Salomé) y mitológicas (la bacante). Tantas mujeres y, sin embargo, tan solo, tan «tristemente solo» como apunta Salinas. A pesar de todo, el poeta seguirá buscando el amor ideal y se acercará «a los rosales del jardín».
    El estribillo, propio de toda «canción» y repetido en cinco ocasiones aunque con alguna variante, nos recuerda que en esta composición vuelca su obsesión por el paso del tiempo. No es tanto una «elegía de la juventud perdida» como la constatación de la inexorable pérdida de la juventud en un futuro inminente, lo que acentúa su dramatismo, como ya comentó también Pedro Salinas. El tópico clásico del «tempus fugit» resalta la melancolía que impregna todo el poema: «la Primavera / y la carne acaban también». El «tiempo terco» provoca la desazón interior del poeta pero no termina con los deseos insaciables de amor, aunque para él ya no haya princesas como la de la «Sonatina» que cantar. Un resquicio de esperanza en medio de tanta amargura existencial se agrandará en el enigmático verso final.
    El poema, en definitiva, aborda todos los grandes temas de la lírica partiendo de la experiencia personal y de la expresión sincera de los sentimientos.
    Pero la «Canción de otoño en primavera» es también un extraordinario ejemplo del quehacer expresivo de Rubén Darío. La «trabazón rítmica y melódica» de sus versos, en palabras de Joaquina Navarro, ayuda a matizar el sentido de sus palabras. Los sentimientos y el ritmo del poema están hermanados, hay una perfecta fusión entre el contenido y la forma. Los versos eneasílabos, las rimas agudas, las distribuciones de los acentos, el estribillo, las repeticiones de palabras, la sintaxis de los versos basada en anticadencias y cadencias, las correlaciones por oposición y contraste sintonizan perfectamente con el tono general del poema y refuerzan la expresión de sus sentimientos. A ello contribuye también un estilo cuidado y de gran elaboración que emplea las metáforas, las sinestesias o los hipérbatos con acierto y con gran capacidad de sugerencia.

    Os dejo la versión que hizo de este poema el gran Paco Ibáñez, un cantautor que ha ayudado a popularizar la poesía en castellano, siempre con un exquisito gusto y con una voz tan personal.