CURSO

lunes, 4 de abril de 2022

ANTONIO MACHADO ANTE LA ESPAÑA VACIADA


…hoy siento por vosotros, en el fondo

del corazón, tristeza,

tristeza que es amor!

Los versos que encabezan esta entrada, de «Campos de Soria» (VII) en Campos de Castilla,  sintetizan acertadamente la visión, lírica y crítica, de Antonio Machado ante las tierras castellanas. La lectura de los poemas de Machado sobre el paisaje castellano en nuestros días nos habla de la conexión íntima y autobiográfica del poeta con el paisaje, pero también nos descubre un problema que más de cien años después sigue entre nosotros, el de la irremediable despoblación de lo que se ha llamado la España vacía (en concepto acuñado por Sergio del Molino) o la España vaciada.

El caminante Machado nos pinta un paisaje desnudo y desolado que ha impregnado nuestra mirada y nos alerta de su abandono: decrépitas ciudades, campos sin arados, éxodo de las pobres gentes,… Valga como testimonio de todo ello un pequeño fragmento del poema XCVIII, «A orillas del Duero», de Campos de Castilla. A la descripción del paisaje sigue la meditación del poeta que nos muestra su visión crítica de la España de entonces, ya tratada en otra entrada del blog.

 

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente. […]

Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! -carros, jinetes y arrieros-,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. […]

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