CURSO

martes, 31 de marzo de 2020

DISTANTEMENTE JUNTOS (XII): VENTANAS SOBRE LA MEMORIA, POR EDUARDO GALEANO

 Para los navegantes con ganas de viento, 
la memoria es un puerto de partida.
Eduardo Galeano
Sin duda, estos días quedarán grabados en nuestra memoria y de ella tendremos que tirar para construir nuestro futuro. Eduardo Galeano, uno de los autores favoritos del blog, escribió muchas "ventanas", breves narraciones que invitan a la reflexión desde un profundo lirismo, sobre las palabras (ya compartidas en el blog), el arte, la muerte, o la memoria, en su excepcional libro Las palabras andantes. Comparto con los lectores estas cinco ventanas que dedicó a la memoria que es, para los navegantes con ganas de viento, un puerto de partida. Espero que sean tan sugerentes estas ventanas como las que miramos estos días extraños y nos evocan y nos recuerdan tantas vivencias pasadas.



I
A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.

II
Un refugio?
¿Una barriga?
¿Un abrigo para esconderte cuando te ahoga la lluvia, o te parte el frío, o te voltea el viento?
¿Tenemos un espléndido pasado por delante?
Para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un puerto de partida.

III
Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando.
Cuando eso ocurre, uno tiene el derecho de creer que nadie se va del todo mientras no muera la palabra que llamando, llameando, lo trae.

IV
Bajo la mar viaja el canto de las ballenas, que cantan llamándose.
Por los aires viaja el silbido del caminante, que busca techo y mujer para hacer noche.
Y por el mundo y por los años, viaja la abuela.
La abuela viaja preguntando:
- ¿Cuánto falta?
Ella se deja ir desde el tejado de la casa y navega sobre la tierra. Su barca viaja hacia la infancia y el nacimiento y antes:
- ¿Cuánto falta para llegar?
La abuela Raquel está ciega, pero mientras viaja ve los tiempos idos, ve los campos perdidos: allá donde las gallinas ponen huevos de avestruz, los tomates son como zapallos y no hay trébol que no tenga cuatro hojas.
Clavada a su silla, muy peinada y muy limpita y almidonada, la abuela viaja su viaje al revés y nos invita a todos:
– No tengan miedo – dice – . Yo no tengo miedo.
Y se desliza la leve barca por la tierra y el tiempo.
¿Falta mucho? – pregunta la abuela, mientras va.

V
Viaja la luz de las estrellas muertas, y por el vuelo de su fulgor las vemos vivas.
La guitarra, que no olvida a quien fue su compañero, suena sin que la toque la mano.
Viaja la voz, que sin la boca sigue.

lunes, 30 de marzo de 2020

DISTANTEMENTE JUNTOS (XI): REIVINDICACIÓN DEL UNÁMIME CORAZÓN CANTADO POR ALEIXANDRE

Fuente de la imagen
En el comienzo de la tercera semana de confinamiento, os dejo este poema de Vicente Aleixandre, (leído por el autor en este enlace), que ensalza el valor de lo social, de lo comunitario, de lo colectivo, un tema que en estos días extraños, "inexperimentados" según Emilio Lledó, es recurrente en los medios de comunicación y que el poeta simboliza en esa "plaza" y en ese "unánime corazón", tan diferente del "espejo" que solo nos devuelve la preocupación por lo personal. Solo es posible afrontar esta realidad tan dura que vivimos con esta fuerza de lo social, incluso cuando no podemos compartir espacios públicos, porque solo aunando fuerzas, sin dejar de ser quienes somos, conseguiremos salir adelante.

EN LA PLAZA
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.
Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.
Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.
Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!