Eduardo Mendoza en 1975 |
A pesar de que era la novela de un joven autor novel y, por tanto, desconocido, y de que se publicó con escasa promoción publicitaria, obtuvo el Premio de la Crítica de ese año y el aplauso de los lectores, que disfrutaron con ella.
En 1976 Juan García Hortelano, famoso novelista de la generación del 50, saludaba en el diario El País la aparición de la novela por su amenidad y por volver a recuperar el gusto por la ficción narrativa. A continuación reproduzco algunas de sus palabras que ya muestran claramente cuál iba a ser el alcance y la importancia de esta novela en la historia de nuesta literatura.
Habiendo recibido ya la atención pormenorizada de los
profesionales, quizá baste con enunciar las más aparentes virtudes de esta
novela: el sarcasmo, la sabia estructura, un estilo eficaz, la imaginación y
esa cortesía, no tanto para el lector (que será su último beneficiario) sino
para la propia historia que se cuenta, de contar todo lo bien que se puede.
Ratifica su autenticidad que, con pocos más de treinta años de edad, Mendoza
haya esquivado a las sirenas del ruidoso experimentalismo, las facilonerías de
la modernidad y se haya esforzado en innovar lo inventado, ahorrándonos el
invento puro.
La verdad
sobre el caso Savolta tiene de novela, en principio, la narración de un
tiempo concreto -los años de la guerra europea- y en un espacio determinado
-Barcelona- [...]. Dadas estas coordenadas
históricas, la imaginación se ha aplicado también a la reconstrucción, a ese
artificio de la verosimilitud, que en el caso Savolta contiene escasas
impropiedades. Contra lo que pueda parecer, el trabajo imaginativo de Mendoza
no es paródico; ciertamente en su novela se encuentran muchos elementos -y con
muy noble apariencia- de novela policiaca y de subgéneros arrabaleros
(folletín, novela sentimental, cronicón), pero nunca imitados con o sin
intención burlesca, sino recreados. Esa apariencia noble posiblemente se ha
conseguido a partir del convencimiento de que no hay factor desechable, de que
toda materia es susceptible de integrarse con materiales de probada valía. Bien
avanzada la acción, gratamente prisionero el lector en el enjambre de
terrorismo, luchas obreras, opresión patronal, estulticia social y peripecias
amorosas, el episodio, deslumbrante, de la caravana de las laboriosas hembras
propagadoras del amor libre, completa adecuadamente esta fastuosa cirugía de
nuestra comunidad. A los muy sensatamente monopolizados por la estadística, la
normativa constitucional, la sociología, la flora, la fauna y el politicismo,
les sería provechoso dedicar unas horas a la novela de Eduardo Mendoza, donde
mucho se puede aquilatar la historia repetitiva de este país en el que, no obstante,
vivimos.