CURSO

viernes, 19 de junio de 2015

LA «GUERRA LITERARIA» ENTRE CERVANTES Y LOPE DE VEGA

Cervantes y Lope de Vega
A propósito de la vida y la obra de Cervantes, comentamos en clase la rivalidad existente entre los escritores españoles  de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Los grandes maestros (Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora,...) se disputaron la gloria literaria, traspasando en muchas ocasiones lo puramente literario.
Vivían todos en la corte, en el mismo barrio madrileño (en las actuales calles de Huertas, Lope y Cervantes, en el Barrio de las Letras), cerca del mentidero de los representantes, lugar de reunión del mundo de la farándula en el que se comentaba todo lo referente al teatro: éxitos y fracasos, enfrentamientos entre unos «ingenios» y otros, disputas entre actores, andanzas y desventuras de estos y aquellos,... Sin duda, muchos serían los comentarios sobre los fracasos de Cervantes en el teatro y los éxitos de Lope de Vega, que arrasaba con todos sus estrenos.
Cervantes y Lope de Vega no siempre se llevaron mal. Cervantes elogió a Lope de Vega en La Galatea (1585) y Lope incluyó a Cervantes entre los poetas esculpidos en el palacio de la poesía en su obra La Arcadia (1598). En 1602 Cervantes escribió un soneto laudatorio dedicado a La hermosura de Angélica de Lope de Vega. A partir de esta fecha hay que situar la ruptura, sin que se sepan a ciencia cierta las causas que la ocasionaron. Dos años más tarde escribió Lope una carta en la que afirmaba que no había poeta «tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote». La guerra estaba declarada. 
Portada de la versión apócrifa
del Quijote
De inmediato, Cervantes replicó y se burló en el prólogo del primer Quijote (1605), sin mencionarlo expresamente, de Lope de Vega, al que censuró su pedantería. Lope contestó a través de Alonso Fernández de Avellaneda, el autor de la segunda parte apócrifa del Quijote (1614). Avellaneda arremetió en el prólogo contra Cervantes y lo llamó amargado, envidioso, viejo, manco,... También le recordó que había escrito la primera parte de su libro en la cárcel. Y todo en nombre de Lope de Vega, pues dice además: «si bien en los medios nos diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras, y la nuestra debe tanto, por haber entretenido tan honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e innumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo, y con la seguridad y la limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar».
Cervantes contrarreplicó en el prólogo de su Segunda parte del Quijote (1615) con fina ironía: «no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si se tiene por añadidura ser familiar del santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañose de todo en todo; que del tal adoro el ingenio, admiro las obras, y la ocupación continua y virtuosa». Esa ocupación parece que no era «virtuosa», pues conocía de Lope, como buen vecino que era de él, sus andanzas amorosas, sus escándalos amorosos incluso después de ser ordenado sacerdote. Además, Cervantes tuvo que cambiar el itinerario de su Quijote, quien ya no pudo ir a Zaragoza y marchó a Barcelona.
Cervantes ironiza, no agrede ni ataca con acritud. Su carácter se lo impide. Lope tampoco es excesivamente duro en la lucha, aunque se le atribuye algún soneto anónimo en el que lo llama cornudo. Lope cuenta en una carta del 2 de marzo de 1612 un suceso ocurrido en la Academia selvaje, según el cual pidió a Cervantes sus gafas y este se las dejó sin mayores problemas: «yo leí unos versos con unos antojos de Cervantes que parecían huevos estrellados mal hechos». Sólo se ríe de sus anteojos. No parece que llegara la sangre al río, no eran como Quevedo y Góngora, ni por su agudeza ni por su agresividad.
Como concluyen Rey Hazas y Sevilla Arroyo en Cervantes, vida y literatura (a quienes he seguido en esta entrada), «simplemente, el uno había sido siempre vapuleado por la vida, era viejo y había fracasado en casi todo; el otro, en contra, era joven, había triunfado, estaba mimado por Madrid, por el pueblo y por las mujeres. La "monarquía cómica" del Fénix había cerrado las puertas de los corrales de comedias a Cervantes. Sus estéticas eran opuestas y el populismo del uno chocaba con el espíritu crítico del otro. Formaban, además, parte del mismo mundillo literario. Casi era inevitable que chocaran. Pero Lope siempre admiró las Novelas ejemplares, con las que intentó contender en sus Novelas a Marcia Leonarda (1621-1624), y Cervantes siempre reconoció la primacía dramática del Fénix».

No hay comentarios:

Publicar un comentario