CURSO

miércoles, 10 de octubre de 2012

LA QUIEBRA IDEOLÓGICA DEL 98

«A Andrés le indignó la indiferencia de la gente al saber la noticia. Al menos él había creído que el español, inepto para la ciencia y la civilización, era un patriota exaltado y se encontraba que no; después del desastre de las dos pequeñas escuadras españolas en Cuba y Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros tan tranquilo; aquellas manifestaciones y gritos habían sido espuma, humo de paja, nada». (Pío Baroja, El árbol de la ciencia)
La explosión del Maine 
motivó la declaración de guerra 
de EE.UU. contra España
 Pío Baroja nos cuenta en este fragmento de su novela "El árbol de la ciencia" cómo reaccionan el protagonista, Andrés Hurtado, y la sociedad española ante los sucesos  que llevaron al "Desastre" de 1898, conflicto que terminó con la independencia de Cuba y la pérdida de las colonias en América y Asia (Puerto Rico, Filipinas, Guam) y que supuso la irrupción de Estados Unidos como potencia imperialista en la política internacional.

España quedó indiferente ante un hecho que, poco después, sería considerado una nefasta consecuencia de toda una forma de hacer política, la de la Restauración. Sin embargo, Andrés, intelectual en ciernes, se siente indignado ante ese inmovilismo. Si bien en ese momento apenas nada cambió, sí empezó a cuajar una gran ruptura ideológica con el sistema político de la Restauración, inspirado por el conservador Antonio Cánovas del Castillo, que en pocos años cuajaría en una ruptura social (la Semana Trágica de 1909 y la Huelga General Revolucionaria de 1917) y en unos pocos más en una ruptura política, con el final de la monarquía y la proclamación de la Segunda República (1931).

Asesinato de Cánovas por el 
anarquista Angiolillo en 1897 
(cuadro de V. Ginés)
El "Desastre", según el historiador Manuel Tuñón de Lara (La quiebra del 98), trajo consigo la ruptura de la hegemonía ideológica del bloque oligárquico que dominaba en la Restauración: entraron en crisis la monarquía, la política colonial y el sistema canovista de los partidos de turno apoyados en una monstruosa falsificación del régimen parlamentario por medio del caciquismo.

El “Desastre” de 1898 sirvió de fulminante para emprender una revisión crítica de los valores que establecía como verdad la Restauración (concepción gloriosa del pasado basado en hechos de armas, parlamentarismo poco representativo,…) y de todos los temas concernientes a la realidad sociopolítica española (falta de educación y cultura, atraso económico, hambre,…).

Esta revisión crítica se realiza desde diversas instancias y grupos: desde los regeneracionistas a los anarquistas, desde los burgueses a los obreros y desde los intelectuales más consagrados hasta la nueva generación de escritores más jóvenes. Estas son sus principales aportaciones:
a) Los regeneracionistas proponen remedios pragmáticos contra los “males de la patria” y pretenden terminar con la oligarquía y el caciquismo como formas de hacer política. “Despensa y escuela”, “política quirúrgica del cirujano de hierro” y “echar doble llave al sepulcro del Cid” son las fórmulas programáticas de Joaquín Costa, el más destacado de los regeneracionistas.
b) La Institución Libre de Enseñanza (1876), animada por su inquietud intelectual, su fe en la ciencia y sus ideas europeístas antidogmáticas pide una política reformista, liberal y progresista para la España del momento.
c) La pequeña burguesía urbana, que paulatinamente va cobrando más fuerza, encuentra en las figuras del cura, el cacique y el oficial del ejército a los responsables de las injusticias sociales.
d) La burguesía catalana y los movimientos nacionalistas que empiezan a aflorar a finales del siglo XIX levantan igualmente su voz crítica contra el estado centralista.
e) El movimiento obrero (socialistas y anarquistas), en expansión por el proceso de industrialización que vive España, protestará abiertamente contra la política que perpetúa las desigualdades sociales y económicas.
f)  Escritores consagrados como Benito Pérez Galdós o Leopoldo Alas “Clarín” mantienen igualmente una actitud crítica frente a la política oficial y se acercan a postulados como los de los republicanos, los progresistas y los socialistas.
g) Los escritores más jóvenes (Martínez Ruiz, Baroja, Unamuno, Maeztu) saltan a la palestra denunciando radicalmente el estado de la nación, aunque su presencia en la escena española era muy limitada entonces.
            La quiebra ideológica de los valores dominantes no supone una inmediata quiebra social y política. Para la primera habrá que esperar hasta la Semana Trágica de Barcelona (1909) y la Huelga General Revolucionaria (1917); para el auténtico cambio político habrá que esperar hasta 1931, año de proclamación de la Segunda República que emprenderá un ambicioso programa de reformas.

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